Mientras los ecos de la victoria de Europa en la Ryder Cup poco a poco se van diluyendo en la memoria de los aficionados, sin embargo las escenas vividas en el Celtic Manor en la mañana del primer viernes permanecerán en la retina de los aficionados durante mucho tiempo.
Como era de esperar en Gales en pleno otoño, la climatología iba a ser la gran potagonista de la competición. El pronóstico para el viernes, primer día de la competición, era de intensa lluvia. Eran las 8 de la mañana cuando un contrariado Tiger Woods se dirigía desde el campo de prácticas al tee del hoyo uno bajo un paraguas que rezaba USA - Ryder Cup Team, en compañía de su compañero de partida Steve Stricker. Desde que sus escándalos sexuales saltaron a la primera página de los periódicos de medio mundo, Tiger ya no era el mismo jugador de antes. Se le veía más entrovertido e inseguro de lo normal. Sin embargo, esta vez era diferente. Tiger estaba de muy mal humor... y con razón. A las 8 y cuarto y tras el correspondiente presentación y apreton de manos con Ian Poulter y Ross Fisher, ambas parejas empezaron su partida de fourballs.
Una hora y media más tarde el juego se suspendió debido a la intensa lluvia que estaba cayendo. El resultado estaba bastante ajustado, pero las caras de los jugadores americanos eran un poema. Sus equipamiento de agua no cumplían con la función básica para la que fueron diseñados. Los chubasqueros y pantalones en cuestión tenían la capacidad inaudita de retener ingentes cantidades de agua y la mala suerte de dirigir gran parte de ese agua al resto de las ropas del jugador. Tiger lo había comprobado en sus propias carnes durante la práctica antes de la partida. Es por eso que decidió no jugar con el traja de agua. Su mente ganadora le decía, sin traje de agua me voy a mojar parecido pero por lo menos me ahorro de llevar encima los 10 kilos que las prendas pesaban una vez saturadas de agua. El resto de los jugadores y caddies del equipo americano volvieron a la casa club arrastrando sus prendas y buscando una explicación de su capitán Corey Pavin, cuya mujer Lisa Pavin se había encargado de elegir el uniforme del equipo americano. No había tiempo para reproches. A los jugadores europeos se les veía contentos con su indumentaria.
Los utilleros del equipo americano salieron corriendo hacia la tienda de merchandise y compraron 20 juegos de agua de la misma marca que suministraba a los europeos, ProQuip, al módico precio de €250 por juego. Mientras tanto, el proveedor oficial del equipo americano, Sun Mountain, intentaba explicar las razones por las cuales sus equipajes de agua no cumplían con su función más básica, en lo que se considera uno de los desastres publicitarios más sonados de la historia del golf. El gran ganador de toda historia es sin duda la escocesa Pro-Quip, que tras haber trasladado sus oficinas de North Berwick a Edimburgo y haber relanzado una nueva gama de nuevos materiales y prendas deportivas, han conseguido que ambos equipos de la Ryder hayan puesto, para desgracia de Sun Mountain, al mal tiempo buena cara.
1 comentario:
Pues la cosa está clara, chubasqueros Proquip de esos para la GArris, los más caros que haya, para que no llueva ni de coña!!!
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